Romosozumab: se rechaza su autorización en Europa

La Agencia Europea de Medicamentos ha recomendado que no se autorice la comercialización en la UE de romosozumab (Evenity®), un nuevo anticuerpo monoclonal desarrollado para el tratamiento de la osteoporosis (ver nota).

En abril de este año la FDA lo autorizó para el tratamiento de mujeres en edad postmenopáusica con riesgo elevado de fractura, y que no toleran otros tratamientos.

Romosozumab incrementa la formación de hueso nuevo. En dos ensayos clínicos (ARCH, y FRAME) en un total de más de 11.000 mujeres en edad postmenopáusica con osteoporosis, el tratamiento con romosozumab mostró disminuir la incidencia de fractura vertebral en un 73% en comparación con placebo, y en un 50 % en comparación con alendronato. Los ensayos clínicos no mostraron un efecto reductor del riesgo de fractura de fémur.

La FDA advirtió que, debido a que en uno de los ensayos clínicos se registró un aumento del riesgo cardiovascular en el grupo tratado con este fármaco, romosozumab se contraindicaba en pacientes con antecedente de infarto de miocardio o de ictus al año anterior . Se depositaba en el clínico la responsabilidad de «determinar si el efecto beneficioso es superior a los riesgos».

Al cabo de un mes de su autorización en los EEUU, la FDA emitió una nota de alerta de aumento de riesgo de eventos cardiovasculares graves (isquemia miocárdica, AVC) y muerte de causa cardiovascular.

En la Unión Europea, la decisión sobre la autorización aún estaba pendiente. Estos días se ha hecho público que, tras la revisión por parte del CHMP de la EMA, se ha considerado que la relación beneficio-riesgo de romosozumab no es favorable y no se ha autorizado su comercialización en Europa.

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Inhibidores de la bomba de protones: a propósito del riesgo y la necesidad de revisar su uso.

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son fármacos muy utilizados. Los resultados de varios estudios sugieren que su uso se asocia afectos adversos que pueden ser graves (enfermedades cardiovasculares, enfermedades renales crónicas, demencia, neumonía, cáncer gástrico, infecciones por Clostridium difficile o fracturas osteoporóticas). Estudios previos ya habían sugerido una mayor mortalidad asociada a su uso.

La novedad más reciente es un estudio de cohortes que se diseñó para evaluar la asociación entre el uso de fármacos inhibidores de la secreción ácida (antihistamínicos-H2 y IBP) y la mortalidad, global y específica. También se analizó si esta asociación venía determinada por la duración del tratamiento o por la no indicación de uso de estos fármacos. Se incluyeron una cohorte de más de 200.000 pacientes del registro de la Veterans Administration en Estados Unidos. Del total de pacientes, 157.000 recibían un IBP y 57.000 un antihistamínico-H2.

Se observó una asociación entre el uso de IBP y el riesgo de muerte por cualquier causa, o de causa cardiovascular, por cáncer gástrico o por enfermedad renal crónica. Los antecedentes de enfermedad cardiovascular, renal o neoplásica no modificaron estos resultados. Esta asociación se mantuvo en el subgrupo de pacientes que recibieron un IBP sin tener justificada la indicación. También se observó una asociación positiva con la duración del tratamiento.

Los autores consideran alarmante el exceso de riesgo observado en el subgrupo de pacientes que recibían el fármaco sin tener una indicación que justificara su uso. Así mismo, alertan sobre la necesidad de vigilancia de los tratamientos de duraciones excesivas.

Entre el año 2013 y el 2014, en Cataluña, cerca de 1 millón y medio de personas (casi 19% de la población general) recibió unos 300 millones de DDD de un IBP (Datos CatSalut). Con estas cifras de consumo, cualquier efecto adverso puede tener un impacto sanitario relevante.

El uso profiláctico de IBP estaría indicado en los pacientes tratados con AINE y que tienen algún factor de riesgo adicional, como la edad avanzada (más de 70 años), el antecedente de enfermedad ulcerosa o de hemorragia digestiva, el uso concomitante de anticoagulantes orales, antiagregantes plaquetarios, corticoides por vía oral, antidepresivos ISRS o duales, o la presencia de enfermedad cardiovascular avanzada. También están indicados para el tratamiento de la enfermedad ulcerosa gastroduodenal con Helicobacter positivo, en el reflujo gastroesofágico y en la hernia de hiato.

Los IBP se prescriben en ocasiones de manera inadecuada durante períodos prolongados a pacientes polimedicados, sin factores de riesgo, o para molestias inespecíficas. Los resultados de este estudio, y también de otros previos que ya han advertido sobre la cuestión, hacen imprescindible revisar las indicaciones de uso de estos fármacos e identificar aquellos pacientes que no los necesitan.

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Uso de tramadol y mortalidad asociada

Los resultados de dos estudios recientes coinciden en mostrar una mayor mortalidad asociada al uso de tramadol. Este es el segundo estudio publicado en pocas semanas.

El primer estudio fue un estudio de casos cruzados, en el que se compararon, en el mismo paciente, períodos de exposición a la variable de interés con períodos de no exposición.
A partir de la base de datos de la seguridad social de Corea del Sur, se analizaron pacientes que habían recibido al menos una prescripción de tramadol antes de su muerte entre los años 2004-2013. Con el fin de comparar el periodo de exposición con el de control, se estableció un periodo lavado de 10 días. Se para estimar los valores de OR y sus intervalos de confianza (IC 95%). También se ajustó por factores que cambian con el paso del tiempo: otros fármacos, intervenciones quirúrgicas y patologías respiratorias agudas.

Se identificaron 19.443 individuos elegibles. El consumo de tramadol mostró asociación con un aumento de la mortalidad [OR = 1,77 (IC 95%, 1,67-1,87)]. El riesgo fue mayor en los pacientes de edad avanzada (> 75 años) [OR = 2,61 (IC 95%, 2,28-2,99)], con nefropatía asociada [OR = 2,90 (IC 95%, 1,67-1,87)] y con hepatopatía asociada [OR = 2,09 (IC 95%, 1,62-2,68)].

Dado que por el diseño del estudio no se puede evitar completamente la presencia de factores de confusión residuales, los autores reconocen que estos resultados deben ser interpretados con prudencia.

Pocas semanas antes, la revista JAMA publicaba un estudio de cohortes para examinar la asociación entre el uso de tramadol y la mortalidad por todas las causas en pacientes con artrosis. A partir de los datos de la base CPRD, en el Reino Unido, se identificaron 88.902 pacientes mayores de 50 años con artrosis de rodilla, cadera o mano, que recibieron tramadol, naproxeno, diclofenaco, celecoxib, etoricoxib o codeína. Se excluyeron los pacientes con cáncer y los que tenían antecedentes de trastorno por consumo de opiáceos. Los consumidores de tramadol tenían más edad, mayor peso y mayor duración de la artrosis, así como mayor comorbilidad, comparados con los consumidores de los otros fármacos. Se examinó la mortalidad en el año siguiente a la primera prescripción de cada uno de los fármacos.

Los valores de HR de la mortalidad fueron 1,71 (IC 95%, 1,41-2,07) en comparación con naproxeno (164 muertos), 1,88 (IC 95%, 1,41-2,35) con diclofenaco, 1,70 con celecoxib y 2,04 con etoricoxib). La diferencia de mortalidad en comparación con naproxeno fue de 9,7 por 1.000 personas y año. La mortalidad en los consumidores de codeína fue similar a la de los de tramadol (HR = 0,94).

De manera similar al estudio previo, por su carácter observacional, la selección de cada fármaco vino determinada por la comorbilidad y otras características del paciente.

Como posibles mecanismos por los que el tramadol podría aumentar la mortalidad se plantean el delirio, interacciones con alcohol y otros depresores sistema nervioso central y un mayor riesgo de caídas.

Los opioides son medicamentos altamente efectivos que si se utilizan de manera adecuada pueden ser muy útiles en el tratamiento del dolor, sobre todo si forman parte de un abordaje multimodal. En el dolor crónico no oncológico los opioides se consideran medicamentos de segunda línea cuando han fracasado otras alternativas. Los datos actuales disponibles sugieren que posiblemente la selección actual de analgésicos opioides no es la más adecuada, las dosis que se utilizan son demasiado altas y la duración de los tratamientos demasiado largos. Por lo tanto, conviene garantizar que su uso expondrá a los pacientes al mínimo riesgo posible.

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