Durante la década de los 70, el ensayo US Multiple Risk Factor Intervention Trial, evaluó el riesgo cardiovascular de 325.348 hombres y ninguna mujer; en 12.866 de estos hombres se identificaron diferentes factores de riesgo y se implementaron estrategias de prevención. Al mismo tiempo, se produjeron decenas de publicaciones y una sólida base de evidencia sobre el riesgo y la prevención cardiovascular. De forma reveladora, el acrónimo del ensayo era «Mr Fit». Este flagrante sesgo étnico y de sexo formaba parte de un patrón más amplio. El Physicians Health Study, sobre la eficacia de la aspirina para la prevención del infarto de miocardio y otros estudios de prevención cardiovascular, llevados a cabo durante los años 90, también se limitaron a los hombres de etnia caucásica.
Durante la segunda mitad del siglo XX, las mujeres en edad fértil han sido excluidas de la investigación médica con el argumento de que sus ciclos hormonales favorecían poblaciones demasiado heterogéneas, y para evitar la repetición de tragedias como la de la talidomida. Sin embargo, en ese momento y aún ahora, las enfermedades cardiovasculares representan una de las principales causas de muerte en las mujeres.
Con esta introducción, Rau Steuernagel et al, nos ponen en contexto de una problemática que lejos de haber sido superada, se mantiene y se amplía con el sesgo de género. Tal y como se expone en el título del artículo, la lucha por frenar el sesgo de sexo y género en la investigación médica cardiovascular también implica considerar aspectos sociales y económicos. La aparición del concepto de género amplía la discusión y plantea nuevos retos. Entender género como una construcción social, relacionada con la percepción personal, también tiene implicaciones en el acceso a la asistencia sanitaria, el comportamiento en la investigación en salud, la interpretación de los síntomas y la toma de decisiones clínicas.
La reparación de las desigualdades en la salud cardiovascular que se derivan del sexismo y el sesgo de género en la investigación médica requiere una acción a distintos niveles, implicando a múltiples actores, incluidos médicos, académicos, gobiernos, sociedades científicas y la industria farmacéutica. En un momento de medicina personalizada, resulta fundamental realizar todas estas consideraciones para convertirla en una medicina inclusiva que nos permita mejorar, en último término, la salud de toda la población.