Uso de IBP y COVID-19

La asociación entre uso de inhibidores de la bomba de protones (IBP) y riesgo de COVID-19 grave se ha analizado en diferentes estudios observacionales.

En un estudio de cohortes coreano se incluyeron 132.316 personas sometidas a PCR entre enero y mayo de 2020. Un 11% del total eran usuarios actuales de IBP (uso durante el mes previo a la primera PCR; n = 14.163). Hubo 6.242 en el grupo de uso pasado (entre un año y un mes antes de la primera PCR) y 111.911 en el de no uso (no uso en el año previo a la primera PCR). Tras ajustar por diferentes características basales (edad, sexo, lugar de residencia, comorbilidades y uso de corticoides, metformina o aspirina), en los usuarios actuales o pasados ​​de IBP se vio una probabilidad de tener PCR positiva similar a la de los no usuarios.

Un 3,6% del total de sujetos incluidos en el estudio tuvieron una PCR positiva (n = 4.785). De ellos, 364 eran usuarios actuales de IBP, 188 eran del grupo de uso pasado y 4.233 del de no uso. En estas cohortes se estudió el desarrollo de enfermedad grave mediante dos variables combinadas que incluían oxigenoterapia, ventilación mecánica invasiva, ingreso en UCI y muerte. Tras ajustar por características basales, el uso de IBP se asoció a un incremento de riesgo de COVID-19 grave comparado con el no uso. Al estratificar por duración del tratamiento con IBP, sólo se observó aumento de riesgo con la exposición durante menos de 30 días (OR 1,77 [IC 95% 1,29-2,04]).

Otros estudios han analizado estos riesgos. Un estudio americano en el que se hizo una encuesta a una muestra representativa de población americana entre mayo y junio de 2020, mostró un aumento de riesgo de infección. Por otra parte, los resultados de un metanálisis de 16 estudios observacionales mostraron una asociación significativa entre uso de IBP y Covidien grave (OR 1,67; IC 95% 1,19-2,33).

En un otro metanálisis se incluyeron cinco estudios retrospectivos, uno de ellos el coreano, que evaluaban el riesgo de enfermedad grave. En dos estudios se vio un aumento de riesgo de infección con el uso de IBP comparado con el no uso. El análisis de los otros tres estudios mostró un aumento de riesgo de evolución grave o desenlace mortal.

El mecanismo por el que los IBP podrían aumentar el riesgo de enfermedad grave no está claro. Hay datos in vitro que muestran inactivación de los coronavirus en pH bajos. Se ha sugerido que en pacientes que se infectan por SARS-CoV-2 y están tratados con IBP la carga viral sería más alta para estar favorecida la entrada de virus a través del tracto gastrointestinal por el aumento del pH gástrico .

El uso de IBP ha aumentado de manera exponencial en los últimos años. En 2014 en Cataluña casi una de cada cuatro personas recibieron un IBP. Se estima que un 57% de la población mayor de 65 años y un 10,1% de los menores de 65 toma un IBP de manera crónica. Los resultados de estos estudios se deberán confirmar y añadir a nuevos datos que vayan surgiendo, pero las tasas actuales de utilización de estos fármacos obligan a replantear su uso en esta población.

Chelo Pedrós y Roser Llop

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Vigilancia de los efectos adversos asociados a la vacuna contra la COVID-19

El 21 de diciembre, el Comité de Medicamentos Humanos (CHMP) de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) autorizó la primera vacuna contra la Covidien-19. La vacuna, como todos los medicamentos, se puede asociar a la aparición de algunos efectos adversos.

Los más frecuentes (dolor en el lugar de la inyección, fatiga cefalea, mialgias, escalofríos, artralgias y fiebre) fueron identificados en los estudios que también evaluaron la eficacia. Fueron mayoritariamente de intensidad leve o moderada y desaparecieron a los pocos días después de la vacunación. (Ver el Programa de vacunacions a Catalunya)

Desde el momento en que se ha comenzado a administrar a la población general y aumenta el número de vacunados en todo el mundo, pueden aparecer efectos adversos menos frecuentes que no se habían detectado previamente. La Agencia Española del Medicamento (AEMPS) ha establecido un Plan de vigilància de la seguridad de las vacunas contra la COVID-19 con el objetivo de detectar estas reacciones adversas no conocidas.

En este contexto, es importante hacer un seguimiento de los efectos adversos que se presenten después de la vacunación. La notificación de sospechas de reacciones adversas a medicamentos es el procedimiento más ágil y universal para detectar posibles nuevos riesgos.

Por ello, si después de la vacunación se presenta algún síntoma que puede estar en relación con la vacuna, aunque sea sólo una sospecha, es importante notificarlo.

 

 

 

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La inteligència emocional en la atención al paciente crítico.

La inteligencia emocional se define como «la habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, promoviendo un crecimiento emocional e intelectual». Los resultados de un cuestionario sobre inteligencia emocional distribuido a enfermeras de enfermos críticos sugieren que esta es adecuada en la mayoría de dimensiones evaluadas si bien se mostró mejorable en algunos aspectos.

Se llevó a cabo un estudio descriptivo, en el que participaron las enfermeras en activo de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) del HUB durante el mes de septiembre de 2016. Se evaluaron: edad, sexo, experiencia laboral en la UCI, y la puntuación media de 3 dimensiones de la escala de Rasgos Meta-Mood de 24 ítems (TMMS-24):

1) Atención emocional (soy capaz de sentir y expresar los sentimientos de forma adecuada);
2) Claridad de sentimientos (comprendo bien mis estados emocionales); y
3) Reparación emocional (soy capaz de regular correctamente los estados emocionales).

Respondieron el cuestionario 75 enfermeras y 17 enfermeros. La puntuación global del cuestionario TMMS-24 fue de 27 en mujeres (14-37), y de 26 en hombres (20-33).
En el dominio de atención emocional, el 53% (9/17) de los hombres encuestados mostraron una adecuada atención, frente al 45% (34/75) de las mujeres. En el dominio de claridad de sentimientos, se observó una necesidad de mejoría en un 41% (7/17) de los hombres y un 21% de las mujeres. Por último, en ambos grupos se observó una adecuada respuesta en cuanto a la capacidad de reparación emocional (> 65%).

Estos resultados aportan una información que resulta muy valiosa para conocer las fortalezas y las posibilidades de mejora en la atención al paciente crítico en la dimensión más emocional. Este es un aspecto especialmente relevante en la atención a estos enfermos.

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