La Targeta Amarilla y la identificación de problemas de seguridad con los medicamentos

En el último número del Butlletí de Farmacovigilància de Catalunya se revisa una cuestión clave en farmacovigilancia: El programa de Tarjeta Amarilla y su contribución a la detección de problemas de seguridad con los medicamentos de cara a un uso más seguro.

Tal como se comenta, el uso seguro de los medicamentos es uno de los elementos básicos para garantizar una asistencia sanitaria de calidad, y disminuir el impacto de las reacciones adversas a medicamentos (RAM). Esto resulta clave en la mejora de la salud de la población. La farmacovigilancia es una actividad de salud pública, de responsabilidad compartida entre todos los agentes que intervienen en la cadena del medicamento, cuyo objetivo es la identificación, cuantificación, evaluación y prevención de los riesgos asociados al uso de los medicamentos. Todos los profesionales sanitarios tenemos el deber ético y moral de participar y contribuir en los programas de detección de reacciones adversas.

El texto termina con una conclusión imprescindible de leer, y que transcribimos con el permiso de los autores:

«Es necesario conocer bien los medicamentos para hacer un uso seguro, y es necesario estar atentos para identificar cualquier nuevo riesgo que pueda surgir con su utilización. La notificación espontánea de sospechas de RAM sigue siendo una fuente de información muy valiosa que permite identificar señales en farmacovigilancia, motivar una reevaluación de la relación beneficio-riesgo de los medicamentos y definir estrategias para prevenir problemas de seguridad en el uso de medicamentos.

Como método de detección de señales requiere la participación activa de profesionales sanitarios que sospechen efectos indeseados, conozcan el Programa de Tarjeta Amarilla y notifiquen. Su notificación contribuye a identificar problemas de seguridad en el uso de medicamentos.

¡Participa en el Programa de Tarjeta Amarilla y notifica!

Os invitamos a leerlo y a hacer difusión, a través del siguiente enlace

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¿Por qué los professionales sanitarios de los hospitales no notifican reacciones adversas?

Las reacciones adversas a medicamentos (RAM) son todos aquellos efectos no esperados que aparecen en un paciente secundariamente a la toma de algún fármaco o producto sanitario.  Pueden ser importantes y graves, siendo una causa relevante de morbimortalidad; en Australia son responsables del 18% de hospitalizaciones. Muchas de estas RAM están relacionadas con una pobre caracterización de los perfiles de toxicidad de los medicamentos debido a la infranotificación y baja calidad de las mismas.

Algunas de las barreras identificadas para explicar la infranotificación de los profesionales sanitarios incluirían la falta de tiempo, otras prioridades clínicas, incertidumbre sobre la relación de causalidad, dificultades para acceder y responder a los formularios de notificación, creencia de que todas las reacciones adversas están correctamente caracterizadas, ausencia de una plataforma electrónica de notificación y déficit de conocimientos, entre otros.

En un número reciente de la revista European Journal of Clinical Pharmacology se publica un estudio que tiene como objetivo identificar por qué los profesionales sanitarios no notifican correctamente las RAM. Los investigadores diseñaron una encuesta abierta para profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos y enfermeros) de un hospital terciario de Sydney. Se trata de un estudio mixto con una encuesta formada por componentes cuantitativos y cualitativos que se presentó a todos los trabajadores sanitarios del centro. Un total de 76 enfermeros/as, 41 médicos/as y 16 farmacéuticos/as respondieron a la encuesta.

La encuesta incluyó preguntas de 14 dominios validados por un grupo de expertos, sobre aspectos de rol social y profesional, creencias sobre las capacidades, creencias sobre consecuencias, contexto ambiental y recursos, entre otros. Se trataba de identificar factores clave que pueden influir en cambios posteriores de comportamiento.

Los resultados mostraron que un 66% de los profesionales sanitarios se encuentran en su práctica diaria con reacciones adversas a medicamentos. Un 94% manifestaron ser conscientes de la importancia de la notificación para la salud de los pacientes y la obligatoriedad (94%). Sin embargo, sólo un 25% manifestó hacerlo. Por otra parte, un 33% de los profesionales sanitarios no saben cómo notificar una reacción adversa y un 64% referían no haber recibido nunca ningún tipo de formación al respecto.

En cuanto a las diferencias entre profesionales sanitarios, el personal de enfermería y los farmacéuticos referían mejor conocimiento a la hora de notificar comparado con los médicos, así como más formación y sesiones docentes. Todo esto se refleja en que el 75% de los farmacéuticos referían haber notificado en alguna ocasión una reacción adversa comparado con un 46% de los médicos y un 32% del personal de enfermería.

Las conclusiones identificaron 3 factores claves que deberían tenerse en cuenta en cualquier intervención futura:

El conocimiento: no saber cómo notificar reacciones y no haber realizado formación específica al respecto se reconocieron como dos aspectos relacionados con una posterior infranotificación.

El contexto: no disponer de una herramienta electrónica, que el proceso esté poco automatizado, la ausencia de tiempo o la carga asistencial excesiva se identificaron como problemas que podrían tratarse de resolver para mejorar el contexto que rodea la notificación.

Las creencias sobre las consecuencias: aquellas reacciones consideradas graves o inesperadas son más notificadas mientras que el miedo a repercusiones legales se ha identificado como importante barrera.

En definitiva, aunque conocemos la importancia y la necesidad de notificar las RAM, una proporción muy relevante de profesionales sanitarios no notifica. Esto tiene una importante repercusión ética y clínica para la salud de los pacientes. La identificación y caracterización de las posibles causas permitirá definir futuras intervenciones que aumenten la notificación hospitalaria.

Adrià Domingo. R2 Farmacologia Clínica

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Los riesgos de la polimedicación y la necesidad de desprescripción

Casi uno de cada 10 españoles toma cinco o más medicamentos al día, una proporción que no deja de crecer en los últimos años.

En un estudio reciente, los investigadores analizaron la evolución de la prevalencia de polimedicación y la forma de mejorar la identificación de pacientes polimedicados. Se identificaron personas mayores de 14 años incluidas en la Base de datos de la población española (BIFAP), y se analizaron los datos de prescripción en el período 2005-2015. Se recogió información sobre proporción de pacientes con polifarmacia (prescripción simultánea de ≥5 fármacos) y polifarmacia excesiva (≥10 fármacos) durante al menos 6 meses, según sexo y grupos de edad. Se realizó un análisis de tendencias del período estudiado (en conjunto, y por sexo y grupos de edad). Los resultados mostraron que la polifarmacia se triplicó entre 2005 y 2015. Los grandes polimedicados, aquellos que toman 10 o más fármacos, se multiplicaron por 10 durante este período y actualmente representan el 1% de la población, un porcentaje que es mayor entre las mujeres y que aumenta con la edad. En cambio, la proporción de pacientes sin tratamiento crónico disminuyó.

Paradójicamente, tomar más fármacos no siempre mejora la salud, al contrario. Se ha visto que la polimedicación se asocia con un deterioro en la funcionalidad y calidad de vida, y los pacientes tienen una peor autopercepción de la salud. Hay estudios que muestran una asociación con mayor mortalidad. Los datos sugieren que, con una misma patología, los enfermos más medicados mueren antes que aquéllos que lo están menos.

Dos ejemplos claros de sobreutilización de medicamentos son el de las benzodiacepinas y los antipsicóticos. La sobreprescripción y el uso inadecuado de benzodiacepinas se ha evaluado en profundidad y se ha tratado de manera exhaustiva en diferentes ámbitos. En el caso de los antipsicóticos en pacientes de edades avanzadas con demencia, los resultados de un estudio observacional reciente, a modo de ejemplo, mostraron que los más utilizados son quetiapina, haloperidol y risperidona. Un uso inadecuado de las dosis y una duración excesiva del tratamiento son factores que aumentan el riesgo global asociado a su uso en unas 20-30 veces.

En este contexto, es esencial insistir en la necesidad de revisar la medicación de los pacientes y plantear la desprescripción siempre que sea posible mediante un proceso compartido y consensuado con el paciente. Los estudios muestran que reducir el número de fármacos mejora su salud y calidad de vida.

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