Diversos estudios han analizado el riesgo de diabetes asociado al uso de estatinas. Mientras algunos mostraban una reducción de riesgo, otros sugerían un incremento. Los resultados de un metaanálisis publicado en 2010 mostraron un ligero incremento del riesgo (OR = 1,09; IC95% 1,02-1,17). Los autores calculaban que habría que tratar 255 pacientes con una estatina durante 4 años para producir un caso adicional de diabetes. El riesgo, para el que no se conoce el mecanismo exacto, se vio más alto en pacientes de edad avanzada, los que recibían dosis más altas y con estatinas de alta potencia. En el año 2012 la FDA se hizo eco en una nota de alerta.
En un estudio de cohortes prospectivo de base poblacional europeo, se incluyeron más de 9.000 personas mayores de 45 años no diabéticas, con el objetivo de evaluar la asociación entre el inicio de tratamiento con estatinas y el diagnóstico de diabetes. Los pacientes se siguieron durante 15 años. En este periodo se evaluaron el riesgo ajustado de nuevos casos de diabetes en nuevos usuarios de estatinas y la asociación con los niveles de glucosa, insulina, y parámetros de resistencia a la insulina.
La media de edad de los participantes fue de 64 años, y un 41% fueron hombres. Un 75% recibieron estatinas durante más de un año. El uso se asoció a concentraciones más elevadas de insulina y a una mayor resistencia a la insulina. El riesgo de desarrollar diabetes de tipo II fue un 38% más alto entre los usuarios de estatinas, sobre todo en tratamientos prolongados y en pacientes con alteraciones previas del metabolismo de la glucosa. No se vio una asociación con el tipo de estatina o la dosis.
El año 2015 en Cataluña, casi 900.000 personas recibieron tratamiento con una estatina. Con este grado de uso, cualquier efecto adverso tiene un impacto clínico relevante. El efecto preventivo cardiovascular de las estatinas depende del riesgo cardiovascular individual. Los efectos indeseados, en cambio, tienen la misma incidencia y gravedad, independientemente del dicho riesgo. Estudios recientes sugieren que las pruebas sobre la eficacia preventiva de las estatinas en mayores de 75 años son escasas, y en particular se ha visto que no tienen efecto beneficioso en prevención primaria. Con estos datos, es muy importante revisar las estrategias preventivas e identificar en qué pacientes el uso de estos fármacos tiene un perfil beneficio / riesgo favorable, es decir, en qué casos el beneficio de su uso supera de manera clara los posibles riesgos.